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  • Sexo: Hombre
  • Fecha de nacimiento: 1975
  • Grupo étnico: Blanco
  • Estado civil: Relación monógama
  • Sexualidad: Hetero
  • Tabaco: No
  • Altura: 172 cm 5 ft 8 in
  • Complexión: Normal
  • Detalles sexuales: Medio
  • Formación: Licenciado o Superior
  • Nacionalidad: España
  • País de residencia: España
  • Estado, provincia o región:
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  • Se ha añadido una cita: 2009-09-29
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La limpiadora

Era nuevo en el edificio. Aquella mañana cuando me disponía a salir de casa oí voces en la escalera. Cogí mis llaves y salí a llamar al ascensor. El ascensor estaba ocupado, así que después de esperar un minuto, decidí bajar por la escalera. Entonces encontré a mi vecina del piso de abajo hablando con la limpiadora del portal. Saludé a mi vecina y pasé al lado de la limpiadora girándome para saludarla también a ella. Tenía unos cuarenta y pico años. Me miró, sonrió y volvió a mirarme con cara lasciva. Tenía un morbo en sus ojos que deslumbraba deseo. En ese cruce de miradas observé unas impresionantes tetas debajo de una camiseta blanca. Llevaba también unos pantalones grises de chándal. Monté en el ascensor hasta entonces ocupado por la limpiadora y me fui. A los dos días, justo cuando abrí la puerta de casa para irme, me encontré de nuevo con la limpiadora. Estaba subida en una escalera de aluminio limpiando los focos del techo. Pasé junto a ella, le dije hola, ella bajó su mirada y entonces me paré a los pies de la escalera. Esta vez, llevaba una falda por encima de la rodilla y la misma camiseta blanca del otro día. Miré sus muslos con la intención de mirar por debajo de la falda pero no estaba tan alta como para eso. Subí entonces mis manos acariciando levemente sus piernas. Ella no dijo nada. Siguió inmóvil dándome la espalda encima de la escalera. Mis manos siguieron ascendiendo lentamente hasta encontrarse con su falda. Mis dedos se adentraron  por debajo hasta llegar al lateral de sus bragas. Entonces mi lentitud se prolongó manoseando suavemente su culo a través de aquella tela hasta llegar al interior de su entrepierna donde la excitación de la limpiadora hizo que emitiera un leve suspiro.

Mis manos agarraron el elástico de sus bragas y comenzaron a bajárselas. Eran negras, con dibujo y totalmente transparentes. Su pierna derecha se elevo para poder quitárselas y entonces las llevé a mi cara. Olían fuerte, a coño  de hembra excitada. Estaban mojadas, con una mancha blanca en su mitad. Sin bajarse de la escalera se dio la vuelta y comenzó a bajar. La detuve para que se sentara en el peldaño más alto. Allí le separé los muslos dejando ver su coño. Era negro, Desprendía humedad y flujos solo con mirarlo. Su mirada me ponía de lo más cachondo. Estaba caliente y me lo estaba demostrando. La miré y le subí la camiseta. Ante mi, aparecieron dos enorme tetas sostenidas por un sujetador negro que arranqué sin contemplaciones para poder ver aquellas inmensidades, eran dos tetas caídas pero gordas terminadas en unos pezones como galletas. Las sobé  justo antes de meter mi lengua en aquel coño ardiente, lo lamí y chupé entre gritos silenciosos de ella, entre el devenir de los vecinos que subían y bajaban por el ascensor. Mi boca succionaba sus pliegues oscuros mientras mis manos separaban los pelos del coño. Mordisqueaba y lamía su coño sin parar. Mi dedo índice de la mano derecha empezó a penetrar su coño mientras mis labios seguían unidos a los de ella. Entraba y salía sin parar. Apreté entonces con mis labios su clítoris y empecé a sorberlo hacia dentro y hacia fuera de mi boca. Sus piernas apretaban mi cabeza, el flujo impregnaba mi boca con un sabor agrio entre mis dientes. Se corrió en mi boca, sus flujos me invadieron mis labios y su olor me acompañó el resto del día.

En la cocina

Después del primer encuentro, Luisa se convirtió en una asidua de nuestra casa y la amistad se estrechó. Tanto es así que incluso si algún día no había nadie en casa me obligaban a ir a casa de Luisa.  Aunque desde aquel encuentro especial no había vuelto a suceder nada entre nosotros cada vez que la tenía cerca, tanto físicamente como en mi imaginación, mi polla explotaba de tanta excitación.  Una tarde, como en ocasiones anteriores tuve que ir a su casa. Luisa me recibió con una bata azul, de tela fina porque era verano. Me invitó a pasar a la habitación de su hijo, que ya no vivía en casa. Cuando pasé saludé a su marido que estaba en el salón viendo la tele. Me senté y me dispuse a hacer los problemas de cálculo que tenía pendientes aunque con la dificultad de poder concentrarme teniendo a una mujer tan jamona como ella tan cerca de mí. La tarde transcurría llena de aburrimiento hasta que Luisa apareció por la puerta y me dijo que si la podía ayudar un momento en la cocina. Le dije que sí. Acabé el problema con el que estaba y me dirigí a la cocina. Cual sería mi sorpresa al ver a Luisa encima de la mesa, ahora sin bata, con solo una camiseta de tirantes que únicamente cubría sus enormes tetas, ella sentada sobre la mesa, con las piernas abiertas mostrando su coño frondoso, peludo ,pero que no impedía que apareciera sus labios menores, bien rosados y rugosos. Si ya estaba excitado aquella imagen me volvió loco. Luisa me miró con cara de guarra, con cara de mamona, de folladora incansable. Cuando ya me iba a abalanzar sobre ella, me percaté de que el marido estaba en casa y que si me dejaba llevar por mi excitación  me cortaría las pelotas. Aquel pensamiento pareció que se escribiera en mi frente porque Luisa me hizo un gesto de invitación. En ese momento todo me daba igual, así que me acerqué a su coño y empecé a lamerlo, estaba jugoso, lo lamia de abajo arriba, introducía la lengua para saborear aun más aquel sabor fuerte. A la vez separaba con delicadeza sus labios con mis manos.  Luisa se retorcía mientras gemía muy sutilmente. Cuando noté que aumentaba su excitación me concentré en su clítoris, lo rodee con mis labios y empecé a succionarlo mientras mi  dedo medio se introducía en las profundidades de su coño. Luisa seguía gimiendo mientras mi boca se llenaba de la mezcla de mi saliva y de sus flujos. Mi otra mano agarraba sus tetas por encima de la camiseta, se metía en su boca, se desesperaba por alcanzar cada poro de la piel que cubría sus muslos. En una de sus violentos movimientos que anunciaban que estaba llegando al orgasmo, Luisa me retiró la cabeza de su coño y entonces pude ver en el fondo del pasillo la figura inerte de su marido viendo como le estaba comiendo el coño de sus esposa. Luisa también lo vio y le dio igual, me desabotonó el pantalón, de un golpe me saco la polla y allí mismo y con los ojos del marido en nosotros se la clavé hasta el fondo. Suavemente por la cantidad de flujo que manaba de aquel maravilloso coño. Entraba y salía. Mis manos sacaron las tetas de Luisa de la camiseta para que mis ojos apreciaran aquella maravilla de la naturaleza, dos pezones oscuros, con unas aureolas de considerables proporciones pero acordes con unas tetas que superaban mis deseos. Era maravilloso chuparlas, acariciarlas, morderlas mientras una y otra vez mi polla entraba y salía de su coño. Era una guarra y me gustaba. Mi polla estaba blanca del flujo que le salía fruto de tanta excitación. La deseaba tanto que entonces me di cuenta de lo mucho que me podía atraer una mujer como ella, madura y jamona. Entonces  no pude más y me corrí en su interior, era un placer notar su calor en mi polla, el notar la mezcla de su flujo y mi semen empapando mi polla.  Luisa se bajó de la mesa mientras caía a lo largo de sus piernas todo el semen que había dejado en ella y que ahora manchaba el suelo. Ella seguía con las tetas fuera y el chocho delante de mí. Era una situación que seguía manteniendo todo el morbo del principio. 

De repente Luisa gritó “¡Limpia todo esto ¡ “, y su marido obedeció.

La mesa camilla

Era una tarde de invierno más. Pero hoy además, tenía que soportar el que las amigas de mi madre vinieran a merendar a casa. No sé por qué razón, pero cada vez que teníamos visita yo tenía que acompañarlas. Eran cuatro, cada una de ellas casada y con una edad que podría rondar los cincuenta. Alrededor de las seis de la tarde fueron apareciendo una tras otra y yo era el encargado de abrirles la puerta para que pasaran y se fueran sentando alrededor de la mesa camilla dispuesta en el salón. Mi madre ya había colocado el mantel y preparado las típicas pastas con café. Como siempre, me preguntaron que qué tal me iba en el instituto, que si ya tenía novia (con lo poco que me gustaba que me hiciesen ese tipo de comentarios); ya sabéis el tipo de preguntas que se suelen hacer por educación. Como os digo, todos nos dispusimos alrededor de la mesa a merendar mientras nos tapábamos con las faldas de la mesa camilla para calentarnos con el brasero. Yo ya estaba aburrido de los mismos chismorreos que hacían y que se repetían tarde tras tarde cuando de repente sentí como una pierna se acercaba a la mía. La primera impresión fue que dos piernas se habían rozado por casualidad pero esa idea desapareció cuando una mano empezó a rozarme el pantalón. Salté de la silla aunque me volví a sentar de nuevo, las amigas de mi madre siguieron hablando como si nada, miré disimuladamente a mi lado derecho y vi a Luisa, era su mano la que me estaba acariciando por encima del pantalón. Aquello me puso muy nervioso, me excitó al instante. Pero aquella mano le daba igual que no estuviéramos solos, ella seguía con sus caricias a lo largo de mi pierna hasta que se aproximó a mi bragueta, notó mi polla totalmente dura, me la acaricio sintiendo el calor a través de los pantalones. Luisa era una mujer en la que no había reparado antes, pero de repente pude apreciar todo el erotismo que poseía. Era una mujer de aproximadamente metro sesenta, unas tetas enormes y unas bonitas piernas. Pero hasta entonces parecía simplemente una amiga de mi madre. Su mano seguía masajeando mi polla mientras todos seguían conversando hasta que de repente me bajó la bragueta y metió su mano a través de ella, me agarró mi miembro más duro que nunca. Como pudo, me la sacó de un golpe. Yo estaba que no articulaba palabra y se debió notar porque de repente mi madre me dijo que si me encontraba bien, que estaba muy colorado y asustado. Sonreí y contesté que sí. Luisa espetó que seria que estaba enamorado y todos se rieron. Mientras, la muy guarra seguía pajeandome, y que manera de hacerlo, me moría de gusto. Estaba tan excitado que todo me daba igual así que me lancé y bruscamente puse mi mano derecha en su muslo, precipitadamente levanté su  falda para sentir su piel, era muy suave, caliente también, pero quería más, quería llegar hasta su coño, meter un dedo dentro. Ella seguía pajeandome y yo corriéndome de gusto hasta que encontré la tela de sus bragas, las acaricie notando a través de ellas los pelos de su coño, eso me excitó mucho más, mis dedos se hicieron paso por un lado de sus bragas hasta notar su raja mojada. No podía más y así fue que me corrí debajo de la mesa, en su mano, en mi pantalón, disparando mi semen a las amigas de mi madre, que ni se enteraron, con la mano en la almeja de Luisa y sabiendo que aquello solo ara el principio de nuestros futuros encuentros sexuales.

La vecina

Como cada día regresé a casa a la hora de comer pero aquel día se me habían olvidado las llaves. No sé muy por qué pero decidí llamar al timbre de mi vecina para poder dejar en su casa las bolsas de la compra con las que venía. Me abrió con una camiseta blanca que no le llegaba a las rodillas. Pasa, pasa, me dijo. Se cerró la puerta. La seguí con la mirada y sin más la agarré por el brazo dándole la vuelta y besándola apasionadamente, uniendo carnosamente nuestros labios, sintiendo mi propia polla endurecerse. Siendo violento por momentos. Sus manos acompañaron mis caricias. Le subí la camiseta y se la quité. Sus enormes tetas saltaron ante mí. No llevaba sujetador. Me tiré desesperadamente hacia ellas, chupándolas, sobándolas, mordiéndolas. Sintiendo su mano en mi polla. Deseoso de follarla. El impulso la llevó encima de la mesa de la cocina. Se tumbó sobre ella. Descubrí sus bragas. Pequeñas, con los pelos de su coño asomando por los laterales. Con el final de la tela metida en su raja. Con la humedad de sus labios en mi mano, en mis dedos, abriéndose mientras succionaba su clítoris, pasaba mi lengua a lo largo de su coño, abriendo sus labios con mis dedos. Se retorcía, gemía, disfrutaba. Mi boca se paro en su clítoris, lo chupaba sin pararse mientras mi dedo índice se metía en su coño. Disfrutaba de su fuerte sabor. Mi boca estaba llena de saliva y de sus flujos. Me excitaba cada vez más. Estaba a punto de correrme sin ni siquiera tocarme. Se corrió. Disfruto. Se calmó. Sin darle un respiro me quité los pantalones, cogí mi polla con la mano y la penetré. No había dificultad. Hasta el fondo. Notando como mis huevos rebotaban en ella. Mis manos se centraban ahora en sus muslos, en su culo, en sus enormes tetas. Mi polla estaba empapada, blanca de sus fluidos. Mis embestidas eran fuertes. Con sus piernas entorno a mi cuello. Con la visión de su cara roja, ardiente, deseosa, placentera. Con mi polla entrando y saliendo de sus coño peludo, con las bragas colgando de su pierna izquierda. Sentí como mi leche salía desde mis huevos a través de mi polla y entraba en su coño. El morbo era máximo. La excitación también. El placer enorme. El deseo sin fin.

Tus bragas

Cada día me asomaba a la ventana para ver tu ropa tendida. Era una incertidumbre saber si ese día habría suerte y habrías lavado algunas de tus bragas que tanto me ponían. Me excita ver algunas de tus bragas secándose, imaginar que aquella tela había rozado tu parte más íntima, intuir como tu jugo había sido absorbido por tu prenda más escondida. Cada tarde al llegar a casa buscaba el encuentro con la suerte, con la casualidad de que en días anteriores te hubieras puesto alguna de aquella maravillosas bragas, aquellas negras en forma de culote con puntilla algo rota por la cintura y tan insinuante, las lilas de dibujos clásicos y también transparentes, las verdes que por su tamaño no lograrían taparte el monte de venus, las blancas con el culo totalmente transparente, … Aquella forma de asomarme a la ventana era una especie de lotería capaz de empalmarme y pajearme allí mismo, mirando aquellas telas tan sexys, imaginándome que el día anterior al encontrarnos en el ascensor las llevarías puestas. Mi mano chorreaba de semen, y la tentación de robarte tus prendas íntimas era una tentación. Mi placer se vería incrementado con tus bragas envolviendo mi polla, subiendo y bajando a lo largo de ella, traspasando el inmenso calor a través de la tela hasta mi mano, notando la dureza de mi miembro, absorbiendo mi leche, su roce, su olor, la sensación de que de alguna manera te estaba follando. Te las devolvería en el mismo lugar en donde las cogí pero esta vez con una parte de mi, con un interés porque te las pusieras y mi leche fuera capaz de rozar tus labios

Meando

Acudió a la casa de verano con su marido. Seguía teniendo tanto erotismo como cuando nos conocimos. Tenerla delante era el comienzo de un nerviosismo provocado por el deseo. Estuvimos toda la tarde en el jardín en una conversación animada. Yo enfrente de ella intentado que entre alguno de los múltiples cruces de piernas  pudiera ver lo que tanto deseaba. Pero no hubo manera. En un momento de la conversación se excusó para ir al baño. No sé muy bien cómo, pero sin excusa alguna en cuanto desapareció por la puerta me levanté y fui tras ella. Mi corazón latía más fuerte aun.  Oí como se cerraba la puerta del aseo y como daba vuelta a la llave de la cerradura. En esa misma cerradura donde segundos después puse mi ojo derecho, bien abierto para no perderme aquel espectáculo. Estaba sentada con las piernas abiertas, con el coño peludo y frondoso, donde se separaban sus labios y surgía aquel chorro de su interior. Las bragas por las rodillas estiradas por la separación de sus muslos. Mi polla dura se consolaba con mi mano. La situación se llenaba de morbo y de la incertidumbre de que alguien entrara en la casa y me pillara allí, agachado con la mirada a través de la cerradura, masturbándome y deseando a aquella mujer. Cuando acabó de mear se limpio con el papel que estaba suplantado a mis labios. Se subió las bragas y de nuevo pude ver su frondoso coño a través de aquellas bragas transparentes. Cuando se bajo la falda yo estaba en mi habitación con la mano llena de semen, del semen caliente que tendría que haber inundado aquel precioso coño.

Comentarios
leahb09713 said:
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leahb09713 said:
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nabea said:
Hola, me gustan tus videos, te quiero hacrer una pregunta....Estoy
intentando subir videos míos, pero me pone "el video de subió
correctamente", ya le mandaremos una notificación a su correo con
su enlace y no recibo nada, no entiendo lo que ocurre, si me puedes
orientar, te lo agradezco, te mando un fuerte abrazo, y un millón de
besos dónde tú quieras....Kisses...
rcb_chile said:
gracias por tus comentarios.
clc5270 said:
tanks
carlinhos said:
gracias por el cometario, te aseguro que los labios de mi chica
aprietan que da gusto
paralelo said:
QUE LINDO VIDEO, UMA BELEZA, VOCÊ É MUITO LINDA PARABENS.
gianna82 said:
gracias por tus comentarios calientes y muy mal que no me tengas en
tus videos favoritos ehhhhhhhhhhh tache por ello.
paralelo said:
LINDOS VIDEOS, PARABENS.
mamasita69 said:
grasias y bueno q te gusten mis videos un besito
 
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