Era nuevo en el edificio. Aquella mañana cuando me disponía a salir de casa oí voces en la escalera. Cogí mis llaves y salí a llamar al ascensor. El ascensor estaba ocupado, así que después de esperar un minuto, decidí bajar por la escalera. Entonces encontré a mi vecina del piso de abajo hablando con la limpiadora del portal. Saludé a mi vecina y pasé al lado de la limpiadora girándome para saludarla también a ella. Tenía unos cuarenta y pico años. Me miró, sonrió y volvió a mirarme con cara lasciva. Tenía un morbo en sus ojos que deslumbraba deseo. En ese cruce de miradas observé unas impresionantes tetas debajo de una camiseta blanca. Llevaba también unos pantalones grises de chándal. Monté en el ascensor hasta entonces ocupado por la limpiadora y me fui. A los dos días, justo cuando abrí la puerta de casa para irme, me encontré de nuevo con la limpiadora. Estaba subida en una escalera de aluminio limpiando los focos del techo. Pasé junto a ella, le dije hola, ella bajó su mirada y entonces me paré a los pies de la escalera. Esta vez, llevaba una falda por encima de la rodilla y la misma camiseta blanca del otro día. Miré sus muslos con la intención de mirar por debajo de la falda pero no estaba tan alta como para eso. Subí entonces mis manos acariciando levemente sus piernas. Ella no dijo nada. Siguió inmóvil dándome la espalda encima de la escalera. Mis manos siguieron ascendiendo lentamente hasta encontrarse con su falda. Mis dedos se adentraron por debajo hasta llegar al lateral de sus bragas. Entonces mi lentitud se prolongó manoseando suavemente su culo a través de aquella tela hasta llegar al interior de su entrepierna donde la excitación de la limpiadora hizo que emitiera un leve suspiro.
Mis manos agarraron el elástico de sus bragas y comenzaron a bajárselas. Eran negras, con dibujo y totalmente transparentes. Su pierna derecha se elevo para poder quitárselas y entonces las llevé a mi cara. Olían fuerte, a coño de hembra excitada. Estaban mojadas, con una mancha blanca en su mitad. Sin bajarse de la escalera se dio la vuelta y comenzó a bajar. La detuve para que se sentara en el peldaño más alto. Allí le separé los muslos dejando ver su coño. Era negro, Desprendía humedad y flujos solo con mirarlo. Su mirada me ponía de lo más cachondo. Estaba caliente y me lo estaba demostrando. La miré y le subí la camiseta. Ante mi, aparecieron dos enorme tetas sostenidas por un sujetador negro que arranqué sin contemplaciones para poder ver aquellas inmensidades, eran dos tetas caídas pero gordas terminadas en unos pezones como galletas. Las sobé justo antes de meter mi lengua en aquel coño ardiente, lo lamí y chupé entre gritos silenciosos de ella, entre el devenir de los vecinos que subían y bajaban por el ascensor. Mi boca succionaba sus pliegues oscuros mientras mis manos separaban los pelos del coño. Mordisqueaba y lamía su coño sin parar. Mi dedo índice de la mano derecha empezó a penetrar su coño mientras mis labios seguían unidos a los de ella. Entraba y salía sin parar. Apreté entonces con mis labios su clítoris y empecé a sorberlo hacia dentro y hacia fuera de mi boca. Sus piernas apretaban mi cabeza, el flujo impregnaba mi boca con un sabor agrio entre mis dientes. Se corrió en mi boca, sus flujos me invadieron mis labios y su olor me acompañó el resto del día.