Sábado, 25 diciembre 2010 @ 22:59
No hay palabras entre nosotros, te digo. No las hay porque no las necesitamos, están de mas. Sólo son nuestros cuerpos, del alma no llevamos ni un trozo, no pensamos en mañana, ni recordamos el ayer; sea antes o después de tenernos, sudamos tanto, y ese sudor se mezcla con nuestros jugos, y nos bebemos. Entérate que se resiste, ella; se resiste, pero yo le sigo, de un jalón le arranco las ropas y ella tiembla entonces como los reflejos del agua. La noche avanza, la hora del espanto llega estando ella enredada entre mis brazos y mis piernas, y yo, yo no soy quien soy, justo ahí me siento fuerte y poderoso, invencible sabiendo que un movimiento de mis manos la hará estremecer, y un susurro en su oido la volverá a mojar, yo sé, es complicado de entender, porque yo mismo no entiendo, te digo, yo no soy quien soy en esas horas, es mi lado animal, mi desconocido yo (tal vez no), y ella me fuma, me suspira y respira. Y su párvula escencia me convierte en cazador, alevoso, ventajoso, y sonrío, y sus ojos me rehuyen, y su cuerpo blando me atrae, y las marcas de la vida me hechizan, y yo; yo no soy quien soy cuando estoy con ella, sabes... Seré un lobo, o león, o tigre, salto hacia ella, y ella cae, dispuesta a dejarse deborar, y no opone resistencia ya, cierra sus ojos y te olvida (eso me ha dicho). Y me la como de a pocos, por momentos, hasta que ella abre los ojos tan grandes que parece se le fuesen a desorbitar, y gruñe, rasga las sábanas, aprieta los dientes, y le temo, sabes... Ahí es cuando vuelvo a ser quien soy. Ella entonces maldice, mienta madres, grita, bendice, parte, tira las almohadas, me vacía el vino, lo bebe como si estuviese muriendo de sed. Y ahora has venido tú, a investigar que le doy que tú no le das, ya te digo, yo no soy quien soy cuando estoy con ella, y sólo la dejo ser a ratos presa, a ratos cazadora. Eso me dijo él de ella.