Sábado, 25 diciembre 2010 @ 23:02
Yo pregunté sin conocer que deseaba en realidad. En cada tanto de su confesión el dolor en el corazón se hacía insoportable, y la firmeza en mi sexo por igual. Quise tomarla justo ahí, bajo ese árbol de apompo, pero las imágenes que llegaron a mi cabeza no me dejaron esa noche, ni la siguente, ni la siguiente. El dolor en el pecho crecía, menguaba, crecía con cada palabra que retumbaba en mi cabeza, y mi sexo cada vez mas firme con ese dolor al no desahogarme. Y cada noche le hice las mismas preguntas, y fueron las mismas respuestas; cuanta excitación. Pensé en tomarla otra vez, pensé en recostarla boca abajo en la mesa donde cenamos, bajarle el pantalón, morderle las nalgas, lamerle el culo, separarle las piernas, enredar una de ellas a mis caderas así, tomarla como a una gata, como a una perra, jalarle el cabello, descubrirle los pechos, penetrarla de un tajo, sin miramientos, sin saliva, mas no lo hice. Y llegó esa madrugada en la que juntos me amarraron a la cama, me vendaron los ojos, y lo hicieron a mi lado, y yo sin poder moverme, sin poder mirar, tan sólo escuchando los gemidos, los chasquidos, esa mujer; no parecía mi mujer, pero era ella... y él. Todo fue tan irreal, mi erección tan descomunal, los sucesos tan poco explicables, tan escasos de cordura. La recuerdo a ella, comenzó a olerme, sentí la punta de su nariz recorrerme como tantas noches, como tantas horas en que sólo me olía sin tocarme, sin rozarme siquiera con un dedo. Y él, él... hizo lo mismo, su respiración era mas fuerte, sus manos mas toscas, sus caricias mas firmes, me tocaron juntos, me lamieron todo el cuerpo y justo frente a mi rostro los sentí compartir mi sudor en sus bocas con todo y saliva. Su lengua (la de ella) tibia, suave, dejaba un camino acuoso por mi pecho, y luego él, lo remarcaba, me besaron todo, y me lamieron, me tuvieron, me invadieron, me contagiaron, sus dedos en mi, sus bocas en mi, mas nunca me desataron, me montaron ambos, me hurgaron ambos, y me enloquecieron al grado de querer repetirlo. Mas ahora es imposible. Eso escribí yo... en mi declaración.